jueves, 26 de diciembre de 2013

Un grito en el campo




 Hugo se sienta en el escritorio de de su casa, agarra unas hojas en blanco, una lapicera y comienza a escribir.

El que lea esto no creo que verdaderamente me comprenda. Mi relación con las palabras, tanto de forma oral como escrita, nunca fue una de las mejores.
No entiendo cómo se llegó a esto, a tener tantas cámaras que están para “cuidarnos” pero lo quieran o no, nos espían. Ellas ven cada cosa que hacemos y si nos ven por mucho tiempo pueden anticipar nuestro accionar. Están por todos lados. Es más, nosotros estamos obligados a tener como mínimo una en cada habitación de la casa. Pido perdón si mi letra no se entiende mucho, pero estoy tapando lo que escribo de la que tengo atrás mío.
Últimamente hubo muchos problemas en el trabajo. Aunque vivimos en un mundo feliz y perfecto, no todo lo es. Aún así nuestras caras no deben dar señales de eso. En esta ciudad está prohibido llorar, enojarse, sentirse mal, inconforme o tener algún tipo de problema. Todo tiene que verse desde una perspectiva positiva.
Si uno, yendo felizmente al trabajo, se cae en la calle y se fractura la muñeca, lo que normalmente alguien aquí haría es solicitar ayuda en un tono cordial y con una sonrisa. No puede gritar y llorar del dolor ni enojarse con los que están alrededor.
Está demostrado que, a buenos modos, se consiguen mejores cosas, pero creo que esto es exagerado: parece irónico. Uno debería tener la libertad de impresionarse por el accidente y llorar si le resultara necesario.
Nunca pude sacarme de la cabeza un recuerdo de la escuela secundaria. Un compañero no podía resolver un ejercicio de química y comenzó a alterarse, enojarse con todos y llegó a llorar. Al pasar no más de dos minutos, unos hombres en trajes blancos se llevaron al chico y a todas sus pertenencias. No se supo más nada de él ni de su familia.
Es por todo esto que estoy entrando en cólera aunque trato de no demostrarlo. Esta sociedad “perfecta”, en la que vivimos, me aterra. No puedo dormir bien y no como. Las cosas no están yendo bien en el trabajo y no me atrevo a preguntarle a algún compañero o a mi jefe si lo que pienso es verdad. ¡Cómo voy a preguntarle a alguien si algo NO anda bien! Todo siempre tiene que estar perfecto. Una pregunta de ese estilo haría que el cuestionado y yo termináramos del mismo modo que mi compañero de química.
Cada vez me cuesta más esconder lo escrito de la cámara. ¿Me habrán descubierto? Necesito gritar, llorar, patear algo y no puedo. Necesito irme de este lugar y sé que con vida no hay escapatoria. Nada ni nadie me debe ver. Pensé que ponerlo en papel y luego quemarlo, para eliminar las evidencias, me calmaría un poco. Pero no, cada vez estoy peor.
Podría alejarme ahora, de todos modos son las dos en la madrugada, no me vería mucha gente en un lugar alejado. Recuerdo unos campos llenos de pastizales altísimos. Sí, debería ir ahí. Sacarme todo esto que tengo encerrado dentro mío y reaccionar como… como un humano. No como esta cosa que pretenden que seamos. Voy a ir al campo, quemo esto y me desahogo. Mañana vuelvo al trabajo con mi sonrisa habitual y me olvido de todos estos sentimientos prohibidos.



Hugo firma la carta, se levanta de la silla, cuidadosamente dobla los papeles y los guarda en el bolsillo delantero de su traje. Agarra una manta y una muda de ropa, guarda todo en un pequeño bolso gris y se mete dentro de su auto. Comienza a viajar hacia las afueras de la ciudad. Conduce con mucho cuidado, con las luces apagadas y con un gorro y anteojos para que no lo puedan reconocer.
 Cuando llega al campo se tira al piso y comienza a gritar y llorar. Se levanta, patea la rueda trasera izquierda del auto. Corre y sacude los pastizales que lo rodean. Comienza a reír, se cae al suelo y llora. Después de una hora se queda dormido en su auto.
 A las 8 am no llegó a su trabajo como todos los días, con la misma corbata que usaba los jueves. Su jefe preocupado llamó a su casa pero nadie atendió el teléfono. Desde ese día no se supo más nada de él. Su casa estaba completamente vacía, nunca se lo encontró a él, a su auto o a esa corbata verde con finas líneas anaranjadas.

Objetivo: Hugo López
Situación: Eliminado
Rastros y evidencias destruidos.
Se adjuntó la carta como evidencia de culpabilidad.



Informe del 23/10/2134  Cámaras y agentes del sector C7.

miércoles, 18 de diciembre de 2013

La muerte viaja en colectivo




Era una tarde como cualquier otra. El chofer de la línea 152, que estaba cumpliendo su horario, como siempre, detuvo el colectivo en la décima parada en su recorrido.
Hasta ese momento, a lo largo del trayecto viajado, habían subido los pasajeros de todos los días.
Aunque uno pensaría que alguien se habría hecho un amigo después de tantos meses viajando con la misma gente, ellos viajaban sentados de a uno en los asientos para dos personas.
Nunca volaba una mosca y eso no se debía a que estaba la profesora Muriel, la más estricta en su escuela, entre los pasajeros. Sólo se oían las noticias sobre el tránsito de la radio de Omar, el chofer.

También estaban presentes las hermana Querella, Silvia y Greta, que no se hablaban desde que la primera se había quedado con la herencia familiar y no le había donado nada a la otra. Ellas aportaban esa leve pero tangible tensión al ambiente, que para la mitad del año se convirtió en extrañable para el resto de los pasajeros, cuando alguna faltaba.
El pasajero más normal era Horacio, un hombre flacucho, de pocas palabras, que viajaba al trabajo con una cara que parecía cargar con todas las tristezas del mundo. Siempre paraba el colectivo con pereza, pagaba, caminaba y se sentaba con desgano. Parecía que nunca tenía un buen día y que continuaba su vida por inercia.
Cuando los cuatro pasajeros de todos los días se habían acomodado en sus asientos, el chofer paró en una parada en la que nunca antes se había subido alguien. Sin embargo ese día entraron tres pasajeros más.
Subió una parejita que no se separaba para nada. Sus manos parecían pegadas con cemento. Aparte de sus manos, desde que se sentaron en el fondo del colectivo, sus labios no se apartaban.
También subió una chica. Estaba bien vestida y tenía el pelo largo y negro. Todos los hombres la miraron mientras subía. Ella pagó su boleto y se sentó en el último asiento de a uno, cerca de Horacio.
La entrada de estos nuevos personajes al colectivo no fue lo único atípico del viaje de ese día. Después de tanto tiempo sin hablarse, Silvia se levantó de su asiento, se acercó a su hermana sentada en el primer asiento y le pidió perdón. Los pasajeros de siempre estaban atónitos. En unos pocos minutos, estaban sentadas una al lado de la otra, hablando como si nunca hubiera pasado nada.
Llegaron a la parte más agobiante para los claustrofóbicos, emocionante para los que pasan por ahí por primera vez, o aburrida para los que hacen el recorrido todos los días: el túnel.
Los enamorados del fondo seguían más juntos que nunca. Sus ojos, ahora cerrados, desprendían el brillo característico del amor joven. La chica de la  parejita empezó a sentir un gusto dulce y algo ácido en su boca. Su novio dejó de abrazarla tan fuerte como lo estaba haciendo y ella dejó de sentir los latidos del corazón de Enrique.
Cuando salieron del túnel y volvió la luz del día,  Julieta pudo ver que Enrique estaba muerto. Había un agujero en su pecho, en el lugar del corazón, y su camisa estaba ensangrentada.
Julieta comenzó a gritar y a llorar sin parar. El chofer detuvo el colectivo a un costado de la avenida y, al ver qué pasaba, se quedó estupefacto al ver el muerto.
Sin pensarlo dos veces, llamó a la policía. Todos los pasajeros se quedaron esperando a que vinieran a hacer las pesquisas y a que se llevaran a Enrique, que seguía en los brazos de Julieta, a la morgue para la autopsia.
Al principio, estaban quietos en sus lugares. Luego Horacio se acercó a Julieta para animarla y secarle las lágrimas.Las hermanas empezaron a comentar lo sucedido, como lo hacen las viejas de la Iglesia.
Cuando se llevaron el cuerpo y llegó el detective Pérez, todos volvieron a ese silencio y esa quietud que había un rato antes. Debajo de su gran bigote, abrió su boca y dijo: – Muriel Shcecovsky – ella se quedó paralizada con los ojos abiertos– acompáñeme que tengo que hacerle unas preguntas sobre lo acontecido. Usted –miró a sus asistente– busque pistas y vaya a buscar los resultados de la autopsia apenas estén listos. Cuando los tenga en sus manos, me los trae.
El detective llevó a Muriel a un bar cercano que utilizaron como sala de interrogación, donde se fueron ubicando los testigos.
        Dígame, ¿qué hacía hoy en el colectivo de la línea 152, interno 32?
Ella tomó aire y respondió: – De lunes a viernes tomo el mismo colectivo a la mañana para ir a la escuela Adlai, donde trabajo como profesora de química.
El detective, serio, le preguntó: – Enrique Santos fue su alumno en esa escuela, ¿no?
Muriel asintió con la cabeza.
        ¿Era un buen alumno?
Esta vez frunció el ceño y dijo que no, que Enrique era un alumno indomable que vivía haciendo bromas a los profesores y que, una vez en el laboratorio, le quemó las cejas a ella cuando prendió el mechero.
Entonces el detective la acusó de culpable, porque se vengó de ese insolente y Horacio se levantó de su silla y dijo: – La señora Shcecovsky es inocente. Es imposible que ella lo haya matado por eso. Aunque ella es estricta como si hubiera ido a la escuela militar, no podría matar a alguien – Muriel se sonrojó.
El detective le dijo entonces que se podía sentar con los demás y llamó a Horacio.
        ¿Usted se cree un superhéroe? – Mira sus hojas con la información de los testigos – Usted seguro que estaba enamorado de Julieta, pero ella no le dio ni la hora. Entonces, cuando supo que tenía la oportunidad de matar a Enrique, lo hizo. Después consoló a Julieta para acercarse más a ella. Seguro que la espiaba todas las noches.
Julieta tenía una cara de horro y desprecio total.
Horacio negó todo, pero el detective no le creía. Justo en ese momento llegó el asistente con más pistas e información. Enrique había muerto de una puñalada en el corazón y habían encontrado el arma. El puñal fue encontrado debajo de uno de los asientos de a dos libres, en los que estuvo sentada una de las hermanas.
El indagador se dio media vuelta y señaló con su dedo índice a Silvia. 
        La nueva información indica que el arma homicida fue ocultada en su asiento habitual y – apuntando con el mismo dedo a Greta– seguro usted quiso cometer este crimen para que su hermana fuera a la cárcel y, de algún modo, pagara por haberla traicionado años atrás–.
Las hermanas se quedaron heladas, sin entender por qué alguna de las dos mataría a alguien que no tenía nada que ver por algo que ya habían dejado en el pasado. Hasta Julieta no podía entender cómo el detective había propuesto ese delirio. A todo esto, la chica del pelo negro seguía callada.
Pérez suspiró, le pidió a su asistente un vaso con agua y una aspirina, y se retiró a otro sector de la carpa para descansar un poco y pensar.
Ya sentado, con cara confusa, el detective fue interrumpido por su asistente, quien dijo: –No puedo evitar decirle mi sospecha. A mi parecer la asesina es la chica de pelo largo. Estuve investigando y, tanto ella como la pareja, fueron lo único distinto en es viaje. No creo que alguien pueda decirnos algo de ella, pero estaba sentada igual de cerca que Horacio y vi un leve brillo en sus ojos cuando el cadáver fue llevado a la morgue. Yo quisiera pedirle… – su voz temblaba un poco– si pudiera interrogarla yo.
Pérez abrió sus ojos como platos, pero como estaba muy cansado, lo dejó llevar a cabo el interrogatorio.
Álvaro, que así se llamaba el asistente, llegó a la sala y, sin titubeos, le dijo a la chica de pelo oscuro: –Sos la culpable, todo apunta a vos. Pero quisiera saber por qué lo hiciste–.
La chica se puso roja y se largó a llorar. Cuando se calmó dijo: – Soy Circe y fui novia de Enrique hace unos años. Él me dejó justo cuando habían reducido el personal de la empresa en la que trabajaba. Al perder mi empleo entré en una depresión absoluta, dejé de hacer cosas que antes hacía y de cuidarme. Había aumentado varios kilos y él siempre se quejaba de lo mal que estaba. A los tres meses de no encontrar trabajo y estar así me dejó con la excusa de que era una carga para él verme así. Además, por las noches iba con otras mujeres y siempre negaba estar engañándome, aunque sus camisas olían a perfume y alguna vez una chica llamó a casa. A la semana de que me cortó, empecé de cero. Comencé a arreglarme, bajé de peso, busqué y encontré un empleo, pero el que me dejara en esa situación, hacía que sólo me concentrara en cómo– llena de furia– ¡matarlo!-Todos quedaron sorprendidos. – hoy, con el cuerpo en buen estado, el pelo de otro color y con ropa nueva que no es de mi estilo usual, pude acercarme a él sin que me reconociera y, esperando al momento oportuno, lo maté. – Todos seguían sin creer lo que habían escuchado.
Después de la confesión, Álvaro fue a decirle a su jefe que ya habían descubierto la verdad y que podían cerrar el caso. Al poco tiempo llegaron los oficiales que se llevaron a Circe a la cárcel. Julieta estaba sentada mirando la escena como si fuera una película, sin poder creer que todo esto le estaba pasando a ella, que todo era real y no había vuelta atrás. En ese momento en el que estaba mirando a la camioneta doblar en una esquina, apareció Álvaro y se sentó a su lado. Le dio un pañuelo y le dijo – No se preocupe, todo va a estar bien. Es muy joven, buena y linda. Seguro en un mes está en pareja de nuevo. Cualquier cosa llámeme.- entregándole una tarjeta.
Al salir por la puerta Julieta casi se choca con Horacio que iba de la mano de Muriel.
- Perdón, pasá vos - le dijo Horacio- lamento mucho lo de tu novio.
Ella asintió con una pequeña sonrisa y los vio alejarse del café y darse un beso. 

domingo, 27 de octubre de 2013

Notre petit possible amour.


 

Esta es la primera entrada en francés. Espero que esté bien escrita. Por las dudas lo dejo también en español.

Yo sé que vos sabés lo que siento por vos.
Yo sé que algo entre nosotros sería muy especial.
Me encanta como le prestás atención a las pequeñas cosas.
Ese detalle que le ponés a cada cosa que hacés, me hace quererte más.
Pasar todo un día juntos es mi máximo deseo.
Yo quiero seguir conociéndote porque mientras más sé de vos más me gustás.
Yo solo reconozco que últimamente vivo en las nubes.
Porque siempre estoy pensando en nuestro posible pequeño romance.





Je sais que tu sais ce que je ressens pour toi.
Je sais quelque chose entre nous serait très spécial.
J’adore comment tu fais attention aux petit choses.
Ce detail que tu mets dans tout ce tu fais, me semble t’aimer en plus.
Passez une journée entire ensemble, c’est mon plus grand désir.
Je veux te connaître parce que plus je te connais, plus je t’aime.
À présent je vis sur les nuages, parce que je pense toujours dans notre petit posible amour.

sábado, 26 de octubre de 2013

Broken heart



Flowers in the air,
make me feel ok.
Since you broke my heart,
nothing's going well.

Down the boulevard,
 I see a shoting star.
Do I know my destiny?
I know your it's not with me.

Why...?!
..did you do this to me?
.. did I deserved it?
.. did I do something to you?
Why...?!
Now I can't stop crying.
My bedroom has water
and all is from my broken heart.


Friends take me to dance.
I say I'm staying bed.
I know that I should go.
But I'm sick of seeing love.

I saw him yesterday,
with his new girlfriend.
And I just walked away,
when he looked at me.

Why...?!
..did you do this to me?
.. did I deserved it?
.. did I do something to you?
Why...?!
Now I can't stop crying.
My bedroom has water
and all is from my broken heart.

Now I know I've gotta move on
and forget about the love I gave you.
It's not going to be easy
but I have to be stronger than before.

Why...?!
..did you do this to me?
.. did I deserved it?
.. did I do something to you?
Why...?!
Now I can't stop crying.
My bedroom has water
and all is from my broken heart.

Why...?!
..did you do this to me?
.. did I deserved it?
.. did I do something to you?
Why...?!
Now I can't stop crying.
My bedroom has water
and all is from my broken heart.



miércoles, 23 de octubre de 2013

Enough?




Will I ever fit in here?
Cause this is driving me crazy.
Why can’t I find a place,
where I can be myself?

I’m never good enough for anybody.
I never feel right for anything.
I’m never good enough for myself
And I’m never going to be enough.

Why my hair seems to look just wrong?
I say I don’t care of how I look, but that’s not true.
Why all the girls look so perfect every day?
No need to work out and they look ok.

I’m never good enough for anybody.
I never feel right for anything.
I’m never good enough for myself
And I’m never going to be enough.

Why don’t I have a perfect smile and perfect legs?
Did I come wrong from factory?
Were the pieces of me on sale?
Did I put them in the wrong position?

I’m never good enough for anybody.
I never feel right for anything.
I’m never good enough for myself
And I’m never going to be enough.

I’m like that rest of milk that’s thrown away.
The one that doesn’t serves for anything.
I’m never enough for anybody, not even me.
Will this ever change?