lunes, 21 de octubre de 2013

Los jóvenes perdidos y los jóvenes resistentes






“En general la resistencia

está en manos de aventureros

que se proponen superar

a los jefes actuales”

William Burroughs.



No recuerdo dónde lo escuché, pero hizo ruido en mí: “a los jóvenes no tendría que dolerles la cabeza, son muy chicos para eso”. Nosotros no tendríamos que preocuparnos por tantas cosas que socialmente estamos “obligados” a cumplir. Tanto nosotros como nuestros padres, no tendríamos que preguntarnos si vamos a volver a nuestras casas ese día.

Los jóvenes vamos a sufrir. Eso es obvio, ya que estamos pasando por la adolescencia, pero deberíamos sufrir dolor en el corazón por un mal de amores o por una pelea con un amigo que cambió mucho y no nos gusta lo que hace ahora. Dolor en las piernas de tanto saltar y bailar, dolor en la panza de tanto reír o dolor en las mejillas de tanto sonreír.

No me gustan estos jóvenes que piensan que para divertirse hay que emborracharse o drogarse. Nunca sentí la necesidad de hacer ninguna de esas cosas para divertirme. Aunque entiendo por qué algunos lo hacen, nunca me va a resultar algo justificable, porque existen otras salidas. En mi opinión, la diversión sana es posible si estuviéramos más tiempo afuera que adentro con las computadoras o el celular. ¡Cómo me vuelve loca que en una reunión estén todos mirando una pantalla y no las caras de sus amigos! Es sorprendente cómo algo que fue creado para conectarnos más, nos aleja y nos aísla.

Considero que la esperanza de un cambio recae en los artistas, pero cada vez incitan más a los adolescentes a tomar un camino que no me gusta. Tomemos como ejemplo a Miley Cyrus. Cuando trabajaba en Hannah Montana y hasta un par de meses atrás, se mostraba más adulta, rompía con algunos límites, pero seguía siendo, a mi parecer, un buen ejemplo a seguir. Con las últimas cosas que hizo, todo el mundo se pregunta qué le pasó. Los artistas tendrían que demostrar que uno puede pasarla genial, sin recurrir a esas cosas adictivas.


Odio la cantidad abismal de falsedad que veo día a día. Odio dar lo mejor de mí por los demás y muy pocas veces recibir lo mejor de los demás. Siempre me molestó que me dejaran de lado y por eso no me gusta que se lo hagan a los demás.

Cuando fui a mi viaje de egresados supe que quería mostrarme como soy, algo más que la chica nerd del curso. Sabía que me iba a molestar, porque no se puede complacer a todos (ni ese es mi trabajo), y porque no iba a hacer lo que ellos quisieran. Con mi viaje pude demostrar que uno no necesita cambiar, ni tomar, ni drogarse para divertirse.

En mi opinión con un “buen compañero de viaje” y unos valores bien inculcados y con profundas raíces, uno no debería perderse en esta sociedad. No puedo entender lo poco que son respetados los valores. Ya no existe la vergüenza. No tiene sentido ser responsable o puntual. Alguien que entiende cómo siento es Sábato. “El sentimiento de orfandad tan presente en este tiempo, se debe a las caídas de los valores compartidos y sagrados. Si los valores son relativos y uno adhiere a ellos como a las reglamentaciones de un club deportivo, ¿cómo podrán salvarnos ante la desgracia o el infortunio? Así es como resultan tantas personas desesperadas y al borde del suicidio. Por eso, la soledad se vuelve tan terrible y agobiante. En ciudades como Buenos Aires hay millones de seres angustiados. Las plazas llenas de hombres solitarios y, lo más triste aún, de jóvenes abatidos que, a menudo, se juntan a tomar alcohol o a drogarse, pensando que la vida carece de sentido”. Él, desde el año 2000, al escribir “La resistencia”, supo para dónde se estaba yendo la sociedad. Tenemos que dar un giro a esto, cambiar de ruta. No importa cómo, tenemos que ser jóvenes resistentes y no jóvenes perdidos.


No hay comentarios:

Publicar un comentario