En un costado de la vereda de una calle muy transitada, un hombre estaba sentado pidiendo comida y monedas. Todas las tardes pasaba por ahí n empresario que salía del trabajo para ir a su casa y se llamaba Marcos. Cada vez que tenía una moneda encima se la daba al hombre mal vestido y sucio que respondía al nombre José.
El empresario elegante en su traje tiraba la moneda sintiéndose la mejor persona en el mundo y el pobre hombre la agarraba con una sonrisa a la que le faltaban unos dientes.
Marcos satisfecho con su acción nunca miró a José, solo pasaba y le tiraba la moneda.
En cambio, una semana pasó por ahí, Pedro, otro hombre que trabajaba en la misma empresa pero el estaba en la cafetería. Al ver tirado en el piso a José, se conmovió. Ese día hacía frío, por lo que decidió ir a comprar dos cafés y un paquete de galletitas y se sentó a su lado. Hablaron de sus vidas por dos horas y luego se fue para su casa.
Durante ese invierno, Pedro y José compartieron muchas tardes juntos y Marcos le dió varias monedas.
Un día Marcos salió un poco más tarde y al pasar por la vereda de José, lo vió acompañado riendose con Pedro. Ese día no le tiró la moneda y siguió de largo. Al ocurrir esto José le dijo a Pedro: - Este hombre pasa todas las tardes y me tira una moneda. Luego se va caminando como si hubiera acabado con el hambre del mundo. Yo prefiero lo que hacés vos. No muchas personas se animan a hablarme. A la mayoría de la gente le soy una molestia en su camino y usualmente me miran con desprecio. Vos sin saber nada de mí, compartís conmigo no solo tu comida sino que también compartís tu tiempo. Algo que nadie puede perder hoy en día. Es por eso que encuentro tu gesto más valioso. Ese hombre me tira algo que le sobra y vos me diste algo que nadie sabe cuánto tiene. Vos te tomaste la molestia de conocerme, de escucharme, alguna vez hasta me consolaste. Gracias, gracias por todo eso. Me alegro de llamarte amigo. Nunca cambies.-
Pedro se conmovió de nuevo y le dió un abrazo.
El empresario elegante en su traje tiraba la moneda sintiéndose la mejor persona en el mundo y el pobre hombre la agarraba con una sonrisa a la que le faltaban unos dientes.
Marcos satisfecho con su acción nunca miró a José, solo pasaba y le tiraba la moneda.
En cambio, una semana pasó por ahí, Pedro, otro hombre que trabajaba en la misma empresa pero el estaba en la cafetería. Al ver tirado en el piso a José, se conmovió. Ese día hacía frío, por lo que decidió ir a comprar dos cafés y un paquete de galletitas y se sentó a su lado. Hablaron de sus vidas por dos horas y luego se fue para su casa.
Durante ese invierno, Pedro y José compartieron muchas tardes juntos y Marcos le dió varias monedas.
Un día Marcos salió un poco más tarde y al pasar por la vereda de José, lo vió acompañado riendose con Pedro. Ese día no le tiró la moneda y siguió de largo. Al ocurrir esto José le dijo a Pedro: - Este hombre pasa todas las tardes y me tira una moneda. Luego se va caminando como si hubiera acabado con el hambre del mundo. Yo prefiero lo que hacés vos. No muchas personas se animan a hablarme. A la mayoría de la gente le soy una molestia en su camino y usualmente me miran con desprecio. Vos sin saber nada de mí, compartís conmigo no solo tu comida sino que también compartís tu tiempo. Algo que nadie puede perder hoy en día. Es por eso que encuentro tu gesto más valioso. Ese hombre me tira algo que le sobra y vos me diste algo que nadie sabe cuánto tiene. Vos te tomaste la molestia de conocerme, de escucharme, alguna vez hasta me consolaste. Gracias, gracias por todo eso. Me alegro de llamarte amigo. Nunca cambies.-
Pedro se conmovió de nuevo y le dió un abrazo.
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